Ennio Bolognini es un cellista argentino que dejó huella en la historia de la música. Fue reconocido entre los más grandes como uno de ellos, y aún hoy, se lo oye y automáticamente el alma le hace una reverencia. Además fue un hombre de un temperamento increíble, cosa que hoy es común entre los rockeros, pero era muy raro en un momento donde la música popular no era lo que es hoy en día, y sobre todo en alguien que se movía en el ambiente de la música llamada clásica. Hasta el tango había pasado de moda, salvo en Argentina!
Ennio Bolognini nació en Buenos Aires en 1893, proveniente de una familia musical. No era italiano como creen muchos… Su padre era italiano, corresponsal del diario Le Figaro, cellista amateur y amigo de Arturo Toscanini, quien terminó siendo el padrino de Ennio.
Bolognini estudió al principio con su propio padre, pero pronto este primer profesor le quedó chico y fue tomado como alumno por José García (quien fuera profesor del gran Pau Casals), que se encontraba viviendo en Buenos Aires. Ennio ya demostraba su talento fuera de serie. Su maestro le dijo en cierta ocasión: ” Yo he necesitado años para hacerme en el violoncello. Sin embargo, parece que este instrumento hubiera sido hecho para ti”.
Cuando tenía sólo 15 años, ganó el primer premio de un concurso de España y América, haciéndose acreedor de un excelente instrumento del luthier italo-argentino Luigi Rovatti. siendo aún un adolescente, interpretó “El cisne” acompañado por el mismo Saint Saens, su compositor, en el piano. Un tiempo después interpretó la Sonata para cello y piano también acompañado por su compositor, Richard Strauss.
El cello de Bolognini, repleto de firmas de celebridades del deporte, la música y la aviación, actualmente en el museo Smithsoniano
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En 1910 realizó una actuación que sería decisiva en su carrera posterior: un recital frente al entonces presidente de Estados Unidos Teodoro Roosevelt, que se encontraba de visita en Buenos Aires. Los contactos que allí realizó le sirvieron años más tarde cuando emigraría al país del norte.
No le costó ningún esfuerzo integrarse a las mejores orquestas locales de aquellos tiempos, llegando a integrar más adelante la orquesta estable del Teatro Colón desde su fundación.
Formó un dúo con el pianista Angel D’Agostino, conocido por su labor en el tango, en 1918.
Imagen cedida gentilmente por María I. Fernández Bolognini, sobrina nieta de Ennio.
En 1923, Bolognini emigró a EEUU. Extrañamente, la razón por la cual se fue no se debió a su carrera musical., sino que debió viajar porque era sparring del boxeador Luis Firpo!!! Firpo estaba por aquel entonces preparándose para la pelea famosa con el campeón mundial, Jack Dempsey, donde el boxeador argentino lo sacó fuera dle ring con una precisa trompada. Boolgnini no sólo era un increíble cellista, sino un boxeador excelente, y además aviador, piloto con licencia comercial. Volaba su propio avión, haciendo acrobacias en forma profesional. Fue co-fundador de la American Civil Air Patrol, y entrenó cadetes para pilotar aviones bombarderos B-29 en la Segunda Guerra Mundial. Era realmente un hombre renacentista: atleta, gourmet, jugador empedernido, hablaba fluídamente hebreo, griego, japonés, húngaro, ruso y 15 dialectos italianos.
Ennio se radica definitivamente en Estados Unidos en 1929.
Bolognini recordando sus entrenamientos sobre un punching ball que conservaba en su casa, ya retirado del boxeo, en 1963, con 69 años sobre sus espaldas bohemias.
Bolognini en Indianápolis, EEUU, a la izquierda, cuando ya su pasión por la mecánica lo había apartado del boxeo. A su derecha, dos leyendas de la aviación: Eddie Rickenbacker (en el centro) y Roscoe Turner (derecha). Poco más tarde, el inquieto Ennio lograría su licencia de vuelo tratando de emular a sus ídolos.
Bolognini fue bien conocido por su fiero carácter y su temperamento impulsivo. Fue cello solista de la Sinfónica de Chicago. Siempre llevaba su perro a los ensayos, lo que había logrado luego de cierta pelea…
Es conocida la anécdota entre los músicos:
Arturo Toscanini, su padrino, entonces director de dicha orquesta, le dio a elegir:
– Profesor, usted o su perro.
Y Bolognini se marchó, dejando a su perro junto al violoncello.
Y acabó renunciando al puesto, no mucho tiempo después.
Bolognini al frente de la Orquesta Sinfónica de Las Vegas. Fue uno de sus miembros fundadores.
Mientras ocupaba ese puesto, solía ser el traductor de Glazunov (quien solía ser director invitado y sólo hablaba ruso) en los ensayos. Glazunov, quien sufría de pánico escénico, siempre se dirigía a Ennio antes de subir al podio, y conversaba con él un rato, mientras la audiencia debía soportar la espera.
Comenzó entonces a dirigir orquestas, logrando una interesante reputación no sólo por su calidad sino porque se caracterizaba por fundar orquestas en ciudades que nunca habían tenido una. Fue el director más conocido de la Grant Park Symphony Orchestra, dedicada a un repertorio pop y que llegaba a tener auditorios de 60.000 personas.
Vivió en Las Vegas desde 1951 hasta su muerte en 1979. Allí fundó la Filarmónica de Las Vegas, orquesta que sólo logró existir por cinco años.
Casals se refería a él como el cellista más talentoso que había escuchado en su vida.
Ennio Bolognini visitó a Casals en su residencia de Puerto Rico. Allí comenzaron una amistad que se continuaría personalmente y según el método preferido de la época: las cartas.
Feuermann dijo una vez que Bolognini era mejor cellista que Casals, Piatigorski o que él mismo. Stephen Kates aventuró: “tiene el sonido más puro que he escuchado alguna vez”. Los críticos lo adoraban.
Desde su radicación en el norte, se pierde un poco el rastro histórico de sus actividades. Julio Barcia, ex compañero de orquesta del Teatro Colón y Arturo Lagorio que eran sus mejores amigos nos cuentan de su matrimonio con Geraldine Farrar, de quien se divorciaría pronto y reincidiría en la vida conyugal en tres ocasiones más con otras tantas esposas. Era un galán enamoradizo y permanente. En una ocasión, llegó a entrar al escenario a caballo, para impresionar a una dama que había conocido.
Baldomero Fernández Moreno, gran poeta argentino, le dedicó un bello romance en el libro “Iniciales del misal” y le llama “Conde-Duque de Bohemios”. Y sus amigos Bruno Bandini y el escultor Aquiles Sacchi recuerdan divertidos que Ennio llevaba su violoncello cuando iba a remar, y lo tocaba a la orilla del río “para apaciguar a las aguas”.
Si bien hay muchas grabaciones, su calidad es muy despareja y nos lleva a menospreciar a veces la calidad de sus interpretaciones; muchas fueron hechas en condiciones pésimas y otras sin verdadera preocupación por dejar plasmado lo mejor de este solista. Algunas fueron grabaciones realizadas en vivo, durante conciertos. Por suerte, han quedado algunas piezas realmente únicas, como la “Serenata del gaucho” que demuestra su dominio atípico del pizzicato. No tuvimos la suerte de contar con grabaciones de conciertos completos con orquesta, más obras propias y otras perlas que hubieran enriquecido la discografía mundial del cello, ya que no existió el productor adecuado que lo hiciera posible. Además, el mismo temperamento errático de Bolognini hizo complicado el hecho de que realizara una carrera plena. Quizás algo que todos los argentinos compartimos en mayor o menor medida…tal vez resultado de nuestra herencia multirracial. También tuvo que ver su multifacética personalidad: además de las profesiones que cultivó profesionalmente (violoncellista, boxeador y aviador) fue cantor, nadador, remero, leñador, y corredor automovilístico.
Bologini murió en 1979, cuando muy pocos recordaban ya su importancia como músico. Esto se corrigió en estos últimos años cuando se formó una orquesta en Las Vegas que ostenta su nombre como homenaje.
El cello de Bolognini (su fiel Rovatti) tiene una particularidad: el propio Ennio lo hizo autografiar por cada figura famosa que se cruzó en su camino.
Ostenta 51 firmas, entre ellas las de Kreisler, Heiftz, Stern, Szigeti, Liberace, Jack Dempsey, Bruno Walter, Janos Starker, Eugene Ormandy, Miklos Rozsa, etc. Actualmente se encuentra en el Museo del Instituto Smithsoniano, en Washington D.C.
Técnicamente Bolognini tiene la particularidad de usar el pizzicato de manera muy especial. Además del cello tocaba muy bien la guitarra, e incorporó varias técnicas guitarrísticas en su ejecución, sobre todo en sus propias composiciones. Escribió incluso piezas enteras en pizzicato. Hay muestras del talento de Bolognini, aunque no le hacen total justicia, en el disco “Magic Sounds of Bolognini”.
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